martes, 31 de agosto de 2010

Destino y Estaciones


A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será.

Johann Wolfgang Goethe

lunes, 30 de agosto de 2010

Sobre las querencias

Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien ya has dejado de quererlo para siempre.


Carlos Ruíz Zafón - La sombra del viento

domingo, 29 de agosto de 2010

Verdad y Corrupción


La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.


Marco Tulio Cicerón

sábado, 28 de agosto de 2010

Motivos para morir

— ¡Estás loco!
La calma de Brutha era como un desierto.
—Podría ser.
— ¡Debemos luchar!
—Todavía no.
Simonía apretó los puños, visiblemente enfadado.
—Mira... Oye... Moríamos por mentiras. Llevamos siglos muriendo por mentiras. —Señaló al dios —. ¡Ahora tenemos una verdad por la cual morir!
—No. Los hombres deberían morir por las mentiras. Pero la verdad es demasiado preciosa para morir por ella.
Simonía abrió y cerró la boca sin que de ella saliera sonido alguno mientras buscaba palabras con las que responderle. Finalmente, encontró algunas en el alba de su educación.
—Me dijeron que no había destino más noble que morir por un dios —balbuceó.
—Vorbis decía eso. Y era... un estúpido. Puedes morir por tu país o por tu gente o por tu familia, pero por un dios deberías llevar una existencia plena y muy ocupada hasta el último día de una larga vida.

Dioses menores - Terry Pratchett

viernes, 27 de agosto de 2010

Sobre la muerte...

Sabemos a ciencia cierta que cuando mueren gran cantidad de neuronas, como en la enfermedad de Alzheimer, tienen lugar déficits de memoria, mermas en la cognición y cambios en la personalidad, así como mermas en la conciencia de lo que otra gente piensa y siente, y en la conciencia del tiempo y el lugar. Yo lo considero una especie de desvanecimiento progresivo de muchos aspectos del yo y sus capacidades, por lo que no podemos evitar pensar que la persona que antaño conocíamos y amábamos ya no está ahí. Todas las pruebas disponibles demuestran que el cerebro es necesario para las funciones asociadas a la conciencia. No sé cómo la conciencia podría sobrevivir a la muerte del cerebro, si necesita neuronas para sostenerse.

En el ámbito personal, debo decir que la compresión de que la muerte es el fin me hace sentir más sosegada ante ella de lo que me sentiría si intentara alimentar una esperanza ilusoria en algún tipo de cielo. Cuando era niña, un amigo mío que era indio americano me hizo notar una vez que sentía pena por los cristianos, porque éstos viven bajo la ilusión de un cielo mientras que él, por el contrario, podía prepararse para la muerte, transmitir las historias vitales de las personas, ayudarlas a morir mejor y aceptar el final como lo que es. Me pareció entonces que esto tenía mucho sentido, y me lo sigue pareciendo ahora.




Patricia Churchland

jueves, 26 de agosto de 2010

Dicotómico

Y sucedió que mis estudios científicos mismos, que estaban encaminados hacia lo místico y lo trascendental, arrojaron una intensa luz sobre la conciencia que yo tenía de la guerra permanente que sostenían las dos partes de mi yo. De esta manera me fui acercando todos los días, y desde ambos extremos de mi inteligencia, a la verdad cuyo parcial descubrimiento me ha arrastrado a un naufragio tan espantoso: que el hombre no es realmente uno, sino dos. Y digo dos, porque al punto a que han llegado mis conocimientos no puede pasar de esa cifra. Otros me seguirán, otros vendrán que me dejarán atrás en ese mismo camino; y me arriesgo a barruntar que acabará por descubrirse que el hombre es una simple comunidad organizada de personalidades independientes, contradictorias y variadas.



El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Robert Louis Stevenson.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Cuestion e tiempo.

"Hay quienes han sugerido que los dueños de la antigua curtiduría deberían estar todos entre rejas por haberlo extermina­do todo en un río vivo y envenado a los que vivían en sus orillas, y puede que tengan razón, pero conviene recordar que esa misma curtiduría mantuvo nuestras vidas durante más de un siglo, que los mismos tintes que hacían que el Cayoga corriese rojo cada cua­tro o cinco días también llevaban el pan y la carne a nuestras me­sas. Cuando yo era chico, la gente sólo estaba asustada cuando el río no cambiaba de color, pues eso significaba despidos y que pronto llegarían malos tiempos. Pero, aun sin admitirlo, todo el mundo desconfiaba del río, y los que podían construían sus casas lejos de sus orillas. Cuando se publicó el estudio sobre el cáncer, éste simplemente reforzó lo que ya sabíamos por razones prácticas."




Puente de los suspiros
RICHARD RUSSO